El violinista desconocido y fenomenal

Gilberto Ponce, La Musica Emol Chile, 12.05.2010

La Orquesta Sinfónica volvió a presentar a un forastero sobresaliente como solista invitado. El ucraniano Dima Tkachenko prácticamente no tuvo limitantes en sus intervenciones.

 

Ya es una costumbre de las temporadas de la Orquesta Sinfónica de Chile invitar a importantes jóvenes solistas extranjeros del más alto nivel. En el cuarto programa conocimos al joven violinista ucraniano Dima Tkachenko, de interesante carrera en Europa. 

 

Las razones de su estatura musical las verificamos en su presentación del viernes pasado al interpretar el bello y muy difícil “Concierto N° 1 para violín y orquesta en La menor, Op. 77” de Dmitri Shostakovich, con el director turco Isin Metin en el podio.

 

Las virtudes de Tkachenko quedaron en evidencia desde su primera entrada en el bellísimo “Nocturno”, de carácter elegíaco que se inicia con las cuerdas bajas. Allí mostró un sonido poderoso de gran belleza y musicalidad. El gesto claro de Metin se convirtió en el aliado perfecto para que la versión se mantuviera en el más alto nivel, ya que es necesario observar una cuidadosa progresión dinámica y dramática que haga resaltar la a veces misteriosa y sugerente expresividad que subyace en esta parte.

 

En el lenguaje más característico de Shostakovich se desarrolla el “Scherzo” destacando su ironía casi burlesca de gran exigencia para el solista y la orquesta con sus contratiempos y elementos sincopados. Aquí quedó en evidencia, por primera vez, el virtuosismo notable del joven visitante en secciones donde se funde con la orquesta o bien se destaca notablemente. En este ambiente se llega al electrizante y brillante cierre del segundo movimiento.

 

La “Passacaglia” está revestida de un carácter casi litúrgico y en su inicio destacaron los cornos, chelos, contrabajos y timbal que luego sirven de base para el “canto” expresivo del violín. Las contrapartes de diversos instrumentos de la orquesta fueron de enorme calidad y una vez más la expresiva progresión fue vital para los enlaces con el solista, quien es exigido al límite en sus capacidades técnicas y expresivas.

 

El concierto finaliza con un enérgico “Burlesque” otra vez cercano al lenguaje más clásico de Shostakovich, en el a pesar del volumen de la orquesta, el solista se destacó siempre gracias a la inteligente orquestación y al cuidadoso balance logrado por Metin, que confirmó su solvencia al concertar un movimiento con todo tipo de trampas rítmicas, mientras que Tkachenko parecía no tener límites en su desarrollo técnico y expresivo. 

 

Es de la más absoluta justicia destacar el estupendo acompañamiento de Isin Metin y la Orquesta Sinfónica. La ovación del público a la que se adhirió con entusiasmo la orquesta premió la fenomenal presentación de Dima Tkachenko que con extrema sobriedad y sencillez agradeció las muestras de admiración con la versión del “Capricho N° 24 en La menor” de Niccolo Paganini con un abrumador despliegue técnico. 

 

La hermosa y lírica “Sinfonía N° 3 en Mi bemol mayor, Op. 97 llamada Renana” completó el concierto. En una versión con luces y sombras y partes muy logradas, creemos que tal vez la cuidadosa preparación del difícil concierto de Shostakovich impidió el logro total. Seguramente en el siguiente concierto del sábado estará en gran forma, pues en este resultó un tanto plana y con pocos contrastes.

 

Se inició con fraseos cuidadosos, líricos y expresivos en su primer movimiento “Lebhaft” aunque predominó un sentimiento más bien apasionado, destacaremos a la fila de los cornos por su sólido sonido, en el segundo “Scherzo”, Metin consiguió un gran rendimiento de maderas y bronces, así como un bellísimo sonido en los violines, pero los contrastes estuvieron más bien ausentes, el tercero “Nicht Schnell” fue envuelto en una atmósfera interior íntima con hermoso sonido en cada una de las familias, pero con una cierta falta de tensión.

 

El cuarto “Feierlich” mostró pequeños desajustes en los pizzicatos luego de la interesante introducción, pero las fanfarrias de los bronces fueron de gran calidad. El quinto y último “Lebhaft” mostró desajustes pequeños en las uniones entre las secciones, a la vez que un gracioso “ralentando” en el tema principal, llamó la atención unos desconcertantes fallos sonoros en los bronces que habían tenido excelente desempeño anteriormente. 

 

En todo caso la belleza de la obra y la honestidad de Metin y la Sinfónica lograron las más entusiastas muestras de admiración del público asistente.